Mi vida antes de llegar a la Iglesia estaba vacía, no tenía sentido, estaba llena de sufrimiento, tristeza, enojos, ira y celos. Hubo un momento en el que toqué fondo y fue en mi vida sentimental, al terminar mi relación con un joven con quien llevaba varios años. Esto me llevó a un sufrimiento que parecía no terminar. Pensaba que todo se iba a terminar ahí, y que nada ni nadie me podría sacar de donde yo me encontraba. Además de esos problemas, tenía muchas peleas en casa y eso me llevaba a pensar en querer irme de mi casa, de huir, pensaba que cualquier otro lugar sería mejor que mi casa. Mi amiga me invitó a participar de la Fuerza Joven, y fue muy de a poco que comencé a cambiar, y me alejé de todo lo que me corrompía, abandonando así las salidas a los boliches, las malas juntas, las mentiras. Pero tuve que tomar esa decisión de entregarme al 100% a Dios y cambiar de hecho y de verdad. Tomé la decisión de bautizarme en las aguas y mi vida comenzó a cambiar. Fue en la FJU de San Rafael que conocí verdaderamente a mi Dios y que toda mi vida fue transformada. Hoy ya no sufro más, soy una joven muy feliz en la presencia de Dios, libre, bautizada con el Espíritu Santo. Tengo mis luchas, pero es Dios Quien me da la certeza de mi victoria.
«A los 17 años me sumergí en la pasta base»
Desde pequeño cargaba el dolor de la ausencia de mi padre, que debido al ambiente en que se desempeñaba, viajaba constantemente. Ya a los 11 años, movido por la curiosidad y un fuerte deseo de ser por así decirlo "respetado", comencé a involucrarme con la vida de la...