Desde niña tenía muchas pesadillas de muerte, siempre me despertaba llorando y asustada, veía sombras que pasaban corriendo, gente vestida de blanco, tenía dolores de cabeza constantes, una enfermedad en la piel que los médicos decían que era de por vida. A raíz de eso me llevaban a los curanderos, pero me curaba por dos o tres días y después empeoraba. Tenía vómitos y no aumentaba de peso porque era anémica. Era muy nerviosa. Me rascaba el cuerpo hasta hacerlo sangrar. En el colegio, me discriminaban por tener ese problema visible en la piel, y por tener estrabismo en los ojos. Sufría bullying. Lloraba a escondidas por ese sufrimiento, que solo yo entendía. Durante mi pre adolescencia me odiaba a mí misma, me veía fea por la enfermedad en la piel y el estrabismo, y al haber muchos problemas familiares, pensaba que si yo me mataba se terminarían. Esos pensamientos empezaron a los 9 años. A los 12, un día me escapé para tirarme a las vías del tren y no pude. Después, en mi adolescencia, intenté cortarme con un cuchillo. Discutía mucho con mis padres, insultaba a mi papá y lo odiaba a tal punto que le deseaba la muerte. En mis pensamientos, tenía deseos de matarlo. A mi mamá directamente no la quería, sentía su ausencia y descuido como madre en esa etapa difícil, y empecé a odiarla y le decía que yo no era su hija, y que ella era una basura. Me ponía más y más rebelde, y empecé a tener malas juntas. Ya a los 13 o 14 años empecé a tomar alcohol con «amigos» y me gustó. Por mis complejos y el odio que me tenía a mí misma, y por no valorarme, probé la marihuana. Recuerdo esos momentos, me parecía algo rico, y esas sensaciones hacían que me olvidara de mi vida por horas o por un día, y así yo podía llegar a mi casa y dormir solamente, y a la noche ir a los boliches. Cuando quise dejar de fumar marihuana, porque cada vez terminaba peor con las mezclas de alcohol que hacía, empecé a fumar cigarrillos comunes para «reemplazarla» y no funcionó. Al contrario, sumé otro vicio más. Para calmar el nerviosismo y las pastillas que tomaba para el dolor de cabeza, las mezclaba con alcohol o coca para sentirme mejor. En el medio de todo eso buscaba distracción saliendo a boliches, bailando toda la noche, tomando, fumando y drogándome. Conocí chicos, fue cuando intenté volcar mi felicidad en una persona. Al principio todo era “lindo». Al pasar el tiempo, ya siendo novios, empezó a faltarme el respeto, a insultarme, a agredirme verbalmente, incluso a golpearme. Aguanté mucho, hasta que se obsesionó y me amenazó de muerte. Entonces fue cuando toqué el fondo del pozo, y llegué a la iglesia, y a la FJU. Reconocí que era infeliz y que necesitaba a Dios, porque ya no tenía más ganas de vivir. Solo pensaba en morir, lloraba todas las noches y Le decía a Dios que yo era una infeliz. Pero el Señor Jesús, aun en el medio del dolor, tuvo misericordia de mí y me salvó. Empecé a participar de las cadenas de Viernes de liberación, fui liberada de los tormentos espirituales, de los traumas sentimentales, me sané de la enfermedad en la piel. Al venir los domingos Jesús sanó mis heridas interiores, me llenó de su Espíritu, y hoy ya no tengo más odio. Amo a mis padres y a mis hermanos. ¡No tengo complejos! Tengo paz y por sobre todo ¡¡SOY FELIZ!! ¡Gracias a Dios!
«A los 17 años me sumergí en la pasta base»
Desde pequeño cargaba el dolor de la ausencia de mi padre, que debido al ambiente en que se desempeñaba, viajaba constantemente. Ya a los 11 años, movido por la curiosidad y un fuerte deseo de ser por así decirlo "respetado", comencé a involucrarme con la vida de la...