Antes de llegar a la Iglesia yo era una persona vacía, mi vida no tenía ningún sentido, estaba llena de miedos y me sentía sola. Siempre estuve rodeada de amigos, salía a los boliches, a las fiestas, pero nada de eso podía llenar el vacío que había dentro mío. Todo aquello me daba una alegría momentánea, pero luego de pasar ese momento volvía a mí ese vacío y esa tristeza. Me comencé a involucrar con malas amistades y salía a los boliches. Comencé a ser una hija rebelde, les contestaba a mis padres y a causa de eso viví en constantes peleas con ellos. Me involucré con un joven en quien pensé que había encontrado todo lo que necesitaba: paz, alegría, en fin, ser feliz y poder llenar aquel vacío de adentro mío. Pero fue todo lo contrario, lo único que encontré en él fue mentiras, engaño y, a causa de eso, sufrí mucho. Fue entonces que llegué al fondo del pozo, comencé a desvalorizarme y hasta llegué a querer quitarme la vida a causa de eso. Mi vida ya no tenía más sentido. Y fue así que llegué a la Fuerza Joven. Allí fue donde día tras día mi vida recobró sentido y en donde encontré mi valor. Ahora soy una persona libre de todo aquello que me oprimía, ya no tengo miedo, tengo paz, alegría y aquel vacío que sentía Dios lo llenó con Su presencia. Mi vida cambió completamente, Dios me dio todo lo que yo tanto buscaba y lo que hoy Dios me dio es algo que permanece en mí. No es momentáneo, como aquella alegría, o como todo lo que el mundo me ofrecía. ¡Y HOY PUEDO DECIR QUE SOY UNA PERSONA FELIZ!
«A los 17 años me sumergí en la pasta base»
Desde pequeño cargaba el dolor de la ausencia de mi padre, que debido al ambiente en que se desempeñaba, viajaba constantemente. Ya a los 11 años, movido por la curiosidad y un fuerte deseo de ser por así decirlo "respetado", comencé a involucrarme con la vida de la...