A los 12 años conocí la Iglesia Universal, era miembro firme, mis papás eran obreros, estaba en el Grupo Joven, pero todo era apariencia, en la Iglesia era una santa y afuera todo lo contrario. A los 15 años me aparté de la iglesia, quería conocer el mundo. Al poco tiempo mis padres se separaron, y nació en mí un rencor hacia ellos, odiaba más a mi mamá porque la culpaba de la separación. Empecé a andar mal en la escuela, era depresiva, tímida, mi mamá me agredía diciéndome que yo era una inútil y que no servía para nada, el rencor y el odio se apoderó de mí. A los 17 años conocí al padre de mi hijo, creí que iba a ser feliz pero no fue así, él me agredía, me engañaba, llegó a golpearme una vez. Mi autoestima quedó muy abajo, me sentía vacía, no me valoraba, me miraba al espejo y me odiaba. Tanto así que luego de separarme, me refugie en el alcohol y boliches, tratando de llenar ese vacío que sentía, tenía pensamientos de suicidio, llegué a intentarlo cortándome las venas. Mi cuerpo lo entregaba fácilmente a los hombres. No quería estar con mi hijo, pensaba en abandonarlo con tal sólo 2 añitos. Hasta que un día conocí a alguien y quedé embarazada nuevamente y él me dejó. Sola y sin saber qué hacer, decidí no tenerlo y eso fue lo peor que hice porque me involucre más en el alcohol, en el boliche, no le encontraba sentido a mi vida, Y ahí me acordé de Dios.
Hoy soy muy feliz, amo a mi hijo, el haberme encontrado con Dios fue lo que me cambió la vida, hoy mi placer es ayudar a que otros jóvenes se encuentren con Él también.