Todo comenzó cuando tenía tan solo 8 años, al involucrarme con el vicio del cigarrillo.Luego, a los 12, entré en el vicio del alcohol, y comencé a frecuentar boliches, todo para intentar llenar el vacío que tenía en mi interior.
Sufría también por ver a mi familia teniendo que sacar de la basura para poder comer. Mis padres peleando física y verbalmente y mis hermanos más chicos iniciándose en el mundo de la droga.
Empecé entonces a tener tormentos espirituales: veía sombras, escuchaba voces y no podía conciliar el sueño.
Comencé a ser rebelde y agresiva, vivía encerrada en mi habitación e hice de ella mi mundo.
Tenía enfermedades y, para encontrar la solución, probé consultar a los curanderos. Yo pensaba que ese momento era el fin, y entonces fue cuando mi madre me invitó a ir a la iglesia, y comencé a frecuentar la FJU.
A partir de allí toda mi vida cambió.
Logré dejar los vicios, las malas compañías, ya no tenía miedo de noche, no escuchaba voces ni veía sombras.La situación en mi casa cambió. Pude llenar ese vacío que había en mi interior y hoy puedo decir que soy una joven feliz.
«A los 17 años me sumergí en la pasta base»
Desde pequeño cargaba el dolor de la ausencia de mi padre, que debido al ambiente en que se desempeñaba, viajaba constantemente. Ya a los 11 años, movido por la curiosidad y un fuerte deseo de ser por así decirlo "respetado", comencé a involucrarme con la vida de la...