Llegué por primera vez a la iglesia por una invitación de mi mamá. Estaba pasando muchos problemas en el colegio con mis hermanos, era violento en casa, mi vida estaba destruida.
De a poco fui poniéndome firme en la iglesia; entré a la fuerza joven y quedé un tiempo como un joven firme: ayudaba, evangelizaba, etc. Hasta que dejé entrar en mi corazón dudas y malos ojos con respecto a la iglesia por comentarios que escuchaba de mis familiares, me enfrié y me aparté.
En ese momento tenía 16 años. Al principio todo parecía igual, aun guardaba el temor podía percibir lo que estaba bien y lo que estaba mal; pero después empecé a tomar, a involucrarme con viejas amistades, a fumar marihuana; eso me gustaba, solo que con el tiempo ya no surtía efecto. Entonces, comencé a consumir cocaína. Consumía mucha cantidad, gastaba todo el sueldo en la droga. Si no tomaba o consumía me sentía vacío.
En realidad no quería que nadie se diera cuenta de que estaba depresivo, que extrañaba la iglesia; y para ocultar eso consumía. Formé además una banda de rock. Cada vez que tocaba en los bares necesitaba estar drogado; pasaba días sin dormir a causa de la cocaína. También pasaba por muchos problemas espirituales. A veces escuchaba voces que me llamaban y por las noches tenía muchas pesadillas. Cuando dormía sentía una presencia encima de mí que me asfixiaba, intentaba gritar pero las palabras no salían. Nadie podía ayudarme. A eso se le sumaron los problemas con mi familia a causa del alcohol, porque me ponía muy agresivo de un momento a otro, y los problemas económicos; estaba sin trabajo y la poca plata que conseguía me la gastaba en la noche, las drogas y el alcohol. Mi vida estaba llena de trabas.
Me di cuenta de que no encajaba en ningún lado, que nada de eso era para mí; hasta pensaba que tenia personalidad pero mi indefinición era la prueba que yo no tenía personalidad por esto vivía influenciado por los demás viviendo de acuerdo con lo que los demás determinaban.
Entonces decidí volver.! Me costó llegar, lentamente comencé a hacer las cadenas y al tiempo volví a la FJU. Aunque me costó, la FJU me ayudó a creer en mí mismo y a crecer espiritualmente. Me entregué a Dios por completo, dejé todo el pasado atrás. Me aferré a la palabra que decía que la gloria de la segunda casa iba a ser mayor que la primera y recomencé. Hoy soy una persona totalmente diferente, me bauticé en las aguas y luego fui bautizado con el Espíritu Santo. Los vicios, el desempleo, las pesadillas, todo desapareció. Ahora tengo la personalidad de Dios y al ponerlo en primer lugar decidí ser influenciado solo por él. Hoy puedo decir que soy un joven lleno de vida y feliz.
Nicolas forma parte de la FJU de San Miguel que se reúne todos los sábados a las 17 h en Av. Pte Peron 1740